A la mayoría de nosotras nos han enseñado a negar, esconder o tapar las emociones, ¿verdad? Y, si lo pensamos bien, no solo las desagradables como la ira o la tristeza, sino todas en general.
Si estábamos tristes nos decían cosas del tipo «no llores», «ya eres mayor para llorar» o «te vas a poner fea».
Si nos enfadábamos el mensaje era «vete a tu habitación», «te enfadas por tonterías» o, peor aún, nuestros adultos se enfadaban con nosotras porque nos enfadábamos.
Pero también si estábamos muy alegres y por ello gritábamos, estábamos más inquietas o nos daba la risa floja, nos decían que parásemos, que no hiciéramos tonterías.
¿Te suena? ¿Tú también lo has vivido?
El resultado de todo esto es que hoy somos una generación de adultos que no sabemos identificar y gestionar nuestras emociones más allá de las básicas, por lo que tampoco podemos acompañar adecuadamente a nuestros hijos o alumnos en el camino de identificar y gestionar las suyas.
Así, lo mejor que podemos hacer, por nosotras mismas y por nuestros niños, es aprender a reconocer y transitar nuestras emociones de la mejor forma posible, sólo así podremos enseñarles a ellos y fomentar una buena inteligencia emocional en nuestras criaturas. Veamos cómo:
- Lo primero que necesitamos hacer es identificar la emoción. Parece sencillo pero no lo es. Seguro que sabes identificar si estás contenta o triste, pero ¿eres capaz de identificar cuando te sientes herida, amenazada o frustrada? Necesitamos aprender a identificar las emociones secundarias, no sólo las primarias. Para ello te recomiendo mis tarjetas de sentimientos ¿CÓMO ME SIENTO HOY? o libros como el EMOCIONARIO. Son recursos que podrás usar tú sola o con tus peques, con lo que ganaréis ratitos de conexión que siempre vienen bien.
- Ahora, toca ACEPTAR y comprender la emoción. Así, en mayúscula. Es importante tener claro que TODAS las emociones tienen una función, no son buenas ni malas. Son alarmas de nuestro cuerpo que nos avisan que necesitamos recuperar el equilibrio. Aquí es importante intentar no controlar ni negar la emoción, darnos permiso para sentir (rabia, frustración, desolación, alegría…) lo que sea. Evita juzgarte y busca diferentes recursos para transitarlas como repetirte un mantra, hacer respiraciones profundas o practicar la meditación. A veces podemos sentir emociones que no tienen que ver con lo que ha pasado en ese instante, sino con algo que ya ha pasado. Preguntarnos qué intenta decirnos esa emoción o cuál es su mensaje puede ayudarnos a ponerle nombre.
- Exprésate. Ya sabes lo que sientes y porqué lo sientes, toca ponerle voz. Explica en voz alta lo que sientes y qué es lo que necesitas (tanto a los demás como a ti misma). Verbalizar tus emociones te ayuda a entender mejor lo que te ocurre y favorece unas buenas relaciones interpersonales.
- Recapacita. Hay tres dimensiones en el ser humano que están estrechamente ligadas entre sí: pensamiento, sentimiento y acción. Esto quiere decir que lo que yo pienso, lo que yo siento y lo que yo hago están muy relacionadas. Y lo uno influye en lo otro por lo que, para aprender a identificar y gestionar tus emociones, pueden ayudarte las siguientes preguntas:
- ¿Qué ha pasado?
- ¿Cuáles han sido mis pensamientos en ese momento?
- ¿Qué he sentido?
- ¿Cuál ha sido mi reacción? ¿Qué he hecho?
- ¿Cuál ha sido el resultado?
Para terminar, te recomiendo que lleves un diario de tus emociones en el que cada día reflexiones sobre las diferentes emociones por las que has transitado y anotes las respuestas a las preguntas del punto 4 para darte cuenta de qué patrones repites y cuáles te gustaría cambiar.
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